Cuento parte III: “DE CÓMO FILOMENA SE ESCONDIÓ DE LA VERDAD Y OTROS GRITARON POR ELLA” Autor : Lucyernawa - Ronella Benavides Cuba.

 


                                                


Cuento parte III: “DE CÓMO FILOMENA SE ESCONDIÓ DE LA VERDAD Y OTROS GRITARON POR ELLA”
Filomena, cansada de verse señalada en cada esquina, decidió fingir que la conciencia le pesaba.
—Haré como que estoy arrepentida —pensó frente al espejo, mientras se alisaba el delantal—. Si no puedo limpiar mi nombre con verdad, lo haré con apariencia.
Mandó recado a Martín para decirle que podía venir por su saco. Cuando él llegó, la recibió con aire humilde y voz trémula:
—Vecino, he reflexionado y quiero devolverle lo suyo. Mi corazón no halla sosiego con tanto murmullo.
Martín, sencillo y confiado, se alegró sinceramente. Prometió volver más tarde con dos amigos para ayudarla a cargar el saco. Pero apenas él se marchó, Filomena torció el gesto.
—¡Qué creerá ese buenazo! —masculló—. Con solo devolver las cosas, no basta. El barrio aún no me mira con compasión. Necesito a alguien que me defienda… alguien con voz fuerte y lengua suelta.
Fue entonces que pensó en Ramiro, político de palabra altisonante, más dado al discurso que al trabajo, que solía pasearse por las calles prometiendo justicia y progreso a quien quisiera escucharlo.
Filomena lo llamó con su mejor aire de inocencia.
—Don Ramiro —le dijo—, usted, que es hombre de ley y defensor de los humildes, ¿no me daría su apoyo? Quieren quitarme lo poco que tengo, y yo solo busco comprensión.
Ramiro, viendo oportunidad de lucirse, enderezó la espalda y respondió con tono de tribuna:
—¡Faltaba más, doña Filomena! ¡Yo no permitiré injusticia alguna! ¡Aquí se defiende al pueblo honrado y trabajador!
Y así, cuando Martín regresó acompañado de sus amigos Pedro y Tomás, Ramiro ya estaba apostado en la calle, rodeado de curiosos. Con voz de trueno, proclamó:
—¡Alto ahí, señores! ¡Nadie tocará nada de esta casa! ¡Aquí habita una mujer de bien, víctima del abuso y de la indiferencia! ¡El pueblo tiene derecho a ser escuchado!
La gente comenzó a arremolinarse. Algunos aplaudían, otros repetían lo que oían, sin entender del todo. Rufino, el chismoso del barrio, aprovechó para gritar lo que mejor sonara en el momento.
Martín, con paciencia, trató de explicar que aquellas cosas eran suyas, pero su voz se perdió entre los gritos y discursos de Ramiro, que ya agitaba las manos como si estuviera en campaña electoral.
—¡Basta de atropellos! —clamaba—. ¡No permitiré que los poderosos opriman al débil! ¡Hoy hablo por la justicia del pueblo!
El alboroto creció tanto que alguien llamó a la policía. Llegaron dos agentes confundidos, intentando calmar a la multitud.
Martín, exasperado, les explicó su caso. Los policías, haciendo su deber, entraron a la casa para verificar.
Y en efecto, allí estaban: el queso, los choclos, el frasco de miel y hasta el gallo, que lanzó un canto como testigo delator.
Pero Filomena no aparecía por ninguna parte. No estaba en el patio, ni en la cocina, ni tras las cortinas. Nadie supo de ella. Algunos decían que había salido corriendo; otros, que se escondía en algún rincón.
La policía, al no hallar a la dueña, no pudo retirar nada.
Martín se marchó sin su saco, triste y cansado, mientras Ramiro seguía declamando en plena calle, saludando a los curiosos y prometiendo “defender siempre al pueblo oprimido”.
Y en el silencio que siguió, cuando el gentío se dispersó y la tarde cayó, desde un viejo baúl en el fondo de la casa, Filomena asomó apenas los ojos. El corazón le latía como tambor, pero en su rostro se dibujaba una sonrisa torcida.
—Se pelearon todos y yo quedé libre —susurró con falsa calma—. Nadie me vio, y mi nombre quedará limpio…
Mas el gallo, su eterno testigo, picoteó el suelo y lanzó su canto en la penumbra:
—¡Qui-ri-kíííííííí!
Y en aquel eco, Filomena comprendió —aunque no quiso admitirlo— que no hay escondite para quien huye de la verdad.
Moraleja:
Quien se oculta tras el ruido ajeno, termina oyendo el eco de su propia culpa.
La justicia no necesita discursos ni defensores de ocasión; basta con la verdad, que aunque tarde, siempre canta… aun en casa de Filomena.
Autor : Lucyernawa

Comentarios

Entradas populares de este blog

ANÁLISIS LITERARIO DE LA OBRA : "LOS RÍOS PROFUNDOS" - JOSÉ MARÍA ARGUEDAS - Delgado Castañeda Jordan - Arce Murrugarra- 5to D

ANÁLISIS LITERARIO DE LA OBRA : EL SEXTO - JOSÉ MARÍA ARGUEDAS- Julca Domínguez - Peña Mestanza 5to D

ANÁLISIS LITERARIO : "DOÑA BARBARA" - RÓMULO GALLEGOS - Avila Bobadilla -Ortiz . Carbajal 5to D