Cuento: Parte II - "DE CÓMO FILOMENA QUISO LIMPIAR SU NOMBRE SIN LIMPIAR SU CONCIENCIA"- Autor: Lucyernawa.-Ronella Benavides Cuba.VIDES

 

Pasaron algunos días desde aquel episodio del saco y el gallo, y en el barrio ya no se hablaba de otra cosa. Las comadres murmuraban en las esquinas, los niños imitaban al gallo acusador, y Filomena, que siempre gustó de ser el centro, esta vez lo era por razones poco gloriosas.

—¡Qué dirán de mí! —se lamentaba frente a su espejo—. Si no hago algo pronto, pensarán que soy ladrona. ¡Yo, Filomena, tan buena vecina!

Mas la conciencia, cuando no está en paz, se disfraza de bondad fingida. Y así fue como ideó su plan: fingiría arrepentimiento para ganar de nuevo el favor del barrio.

Fue entonces que llamó a su vecino Rufino —hombre de lengua rápida y oídos prestos para el chisme— y le dijo en voz de conspiración:
—Vecino, quiero hacer las paces con Martín. Le devolveré lo suyo, y que todos vean mi buena fe. Pero… sería bueno que se vea también cómo me quieren humillar, para que el pueblo sepa quién es la víctima y quién el verdugo.

Rufino, que encontraba placer en los enredos, aceptó encantado.

Al día siguiente, Filomena salió al patio con un rostro tan piadoso que hasta el gallo habría dudado de su propio testimonio. Mandó aviso a Martín, diciendo que podía pasar por sus víveres, que todo estaba listo para ser devuelto.

Martín llegó con paso tranquilo, agradeciendo la rectitud repentina de su vecina. Pero apenas puso un pie en la vereda, Rufino comenzó a vociferar desde la esquina:
—¡Ahí viene a arrebatar lo que ya no es suyo! ¡Qué abuso! ¡Qué falta de respeto a la pobre Filomena!

En un instante, se reunió medio barrio. Algunos, movidos por el alboroto, trajeron cadenas y candados, cerrando la puerta de la casa de Filomena “para protegerla”. Otros gritaban sin saber por qué, y el gallo, confuso, lanzó su canto entre el bullicio.

Martín, sin comprender tanto drama, trató de explicar, pero nadie quiso oír razón. Entre gritos y empujones, se vio obligado a retirarse. Y Filomena, que observaba todo desde su ventana, suspiró satisfecha al ver cómo su plan surtía efecto: todos la compadecían, y los demás quedaban como villanos.

Mas aquella noche, cuando el bullicio cesó y el barrio se durmió, la conciencia volvió a visitarla, silenciosa y punzante. Miró el saco aún en su rincón y comprendió que no había limpiado su nombre, sino manchado su alma.

El gallo, como si lo supiera, cantó en medio de la oscuridad:
—¡Qui-ri-kííííí!

Y aquel canto resonó como juicio en su corazón.

Moraleja:
Quien finge bondad para engañar, engaña primero a su propia alma. No hay cadenas que guarden la mentira ni disfraz que oculte la falta; porque la apariencia puede engañar un día, pero la verdad canta siempre, aunque sea en voz de gallo.

Autor: Lucyernawa.