TRADICIÓN: "LA DIRECTORA Y LOS POKEMONES DE PALACIO ESCOLAR "

                                                                


Cuentan los viejos porteros del colegio San Bartolo de las Letras, institución tan estatal como sus eternas escaleras rajadas, y sus ventanas que nunca cierran bien, que hubo una directora cuya fama no nació de sus gestiones, sino de sus distracciones.

Doña Filomena Purificación de los sagrados oficios, mujer de cabello despeinado , carácter de estampita y andar desgarbado ,con mirada por encima del hombro , había sido nombrada directora no se sabía si por mérito, por milagro o por mero capricho de la burocracia. Lo cierto es que, una vez sentada en su sillón giratorio, descubrió tres pasiones que moverían los cimientos de la educación: cazar Pokemones, comprar vestidos en Temu y, como tercer vicio capital, regar plantitas virtuales en el jueguito de Temu para ganar puntos.
Dicen que a Filomena se le podía encontrar, cualquier mañana de martes, encerrada en su oficina con la seriedad de un ministro… pero moviendo el dedo a velocidad supersónica sobre la pantalla de su celular. en vez de convocar a sus subdirectores, coordinadores y jefes de área para las sagradas reuniones pedagógicas, Filomena se encerraba en su oficina y empezaba su ritual digital:
—Primero riego mis plantas —murmuraba con devoción de monja hortelana—. Si no lo hago ahora, no crecen y no me dan los pétalos… y sin pétalos no hay puntos… y sin puntos no hay vestido floral.
—¡Un Snorlax cerca del depósito del almacén! —gritaba, olvidando que en ese mismo depósito había ocho ventiladores descompuestos, cuatro computadoras para mantenimiento, carpetas cojas y un profesor esperando firma desde el mes pasado. Y ahí estaba, inclinada sobre el celular como si fuera un rosario electrónico, tocando, regando, cosechando moneditas y pétalos virtuales. Dicen que hasta nombró a sus plantas: una se llamaba Responsabilidad, otra Excelencia Educativa, y la más grande Evaluación Anual, aunque —ironías de la vida— esas sí crecían, pero solo en su pantalla.
Mientras tanto, los coordinadores pedagógicos, jefes de área y subdirectores, reunidos como almas en vela, aguardaban la famosa sesión de trabajo que siempre empezaba “en cinco minutitos”, los cuales, como es habitual en nuestra tierra bendita, se convertían en horas y, a veces, en días.
Cuando alguno de los coordinadores osaba tocar la puerta para recordarle la reunión, la directora respondía sin levantar la vista del celular:
—Para eso están ustedes, mis amores. Yo delego. Así trabaja una líder moderna.
Y seguía regando su macetita digital o lanzando pokebolas con furia profesional, según le dictara el ánimo o revisando un vestido fosforescente que juraba quedaría “regio” para la clausura. —Total, está barato —decía—. ¡Y con envío gratis!
El colmo ocurrió cierta mañana de inspección educativa. Los supervisores, de visita inopinada , pidieron conversar con la directora. Filomena, ajena a todo, estaba en plena misión legendaria capturando un Charizard que, según contaba luego, se había posado audazmente sobre el mapa del laboratorio de ciencias, y además la planta estaba lista para “cosecha de bonus”. —Un momento, señores, un momentito nomás —dijo Filomena con solemnidad—. La educación no se detiene… pero mis puntos tampoco.
Los monitores, que no entendían si reír o santiguarse, vieron cómo la directora atrapaba un Pokémon, regaba tres plantas, cosechaba pétalos y añadía un vestido floral a su carrito de compra. Todo esto antes de saludar.
Estos tuvieron que esperar a que la batalla virtual terminara.
—Disculpen, señores —dijo la directora acomodándose la falda, es que la innovación exige mente ágil. Y yo entreno la mía así.
La tradición afirma que los supervisores salieron del colegio sin saber si reír, llorar o pedir sea desaprobada.
Finalmente, los docentes, cansados del Pokémon-gobierno, decidieron ingeniárselas para que la directora cumpliera al menos una reunión al mes, pues nunca hacía reuniones con sus docentes de forma presencial. Un coordinador, astuto como zorro de chacra, imprimió un documento con un código QR gigantesco.
—directora, aquí tiene las metas institucionales —le dijo.
Filomena, picada por la curiosidad digital, incapaz de resistir un código que pudiera darle puntos o plantas nuevas, lo escaneó.
El QR la llevó… ¡a la sala de reuniones! Virtuales
Y así, sin querer queriendo, apareció por fin.
Los antiguos del colegio dicen que desde entonces Filomena cuando asiste a las reuniones… aunque, claro, no suelta su celular. Y que de vez en cuando se le escapa:
—Si aparece un Pikachu durante la planificación anual, no respondo.
-Si no riego ahorita mi plantita de Temu, mañana no me da pétalos… no me culpen si me atraso.
Dicen también que una vez, en plena planificación anual, exclamó:
—¡Un Bulbasaur acaba de aparecer por el salón de la banda de música – allá voy!
Y los presentes, ya curados de espanto, siguieron trabajando como si oyeran llover.
Moraleja: Las plantas que más importan no están en Temu, y los Pokemones que deben atraparse no salen en la pantalla, sino en los pasillos donde la educación pide auxilio.
Y esto, lector paciente, es tradición, no cuento. Porque si no es invento… bien contado está y es lo cierto.
Autor: Lucyernawa.

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